Editorial
Ya en 1843, el filósofo Kierkegaard escribía lo siguiente sobre el aburrimiento:
Los dioses se aburrían y por ello crearon a los hombres. Adán se aburría porque estaba solo y por ello fue creada Eva. En ese instante entró el aburrimiento en el mundo y fue creciendo exactamente en la misma medida que creció la población. Adán se aburría solo, luego se aburrían Adán y Eva en conjunto, luego se aburrían Adán, Eva, Caín y Abel en familia, luego aumentó la población en el mundo y las gentes se aburrieron en masa.
En Internet, el aburrimiento es un tema que surge de forma recurrente. Creadores y consumidores de contenidos se han preguntado en las dos últimas décadas en varias ocasiones si Internet, y concretamente la web, se ha convertido en algo aburrido. Y, en los últimos tiempos, la aplicación masiva de la inteligencia artificial en toda clase de herramientas, servicios e incluso objetos del día a día ha pasado de generarnos admiración y sorpresa a hacernos pensar si tanto brilli brilli no puede terminar resultando indigesto.
¿A qué se debe nuestro hastío? Es posible que empecemos a cansarnos de las promesas incumplidas, de las referencias continuas a tiempos pasados, de la velocidad y la superficialidad de las tendencias actuales, o del hype por encima de la disrupción.
Los diseñadores y programadores íbamos a cambiar el mundo gracias a Internet; sin embargo, hace tiempo que descubrimos que nuestro talento se había quedado relegado a tareas tan poco satisfactorias como hacer más efectivo el botón de compra de turno o a optimizar ese componente de un sistema de diseño del todo anodino.
Veníamos a cambiar el mundo y lo hemos hecho. Lo que ocurre es que quizá no en la manera que esperábamos. Y no porque lo hayamos vuelto todo del revés y provocando la distopía. Sino porque el impacto real que hemos generado es minúsculo, insignificante y, además, parece más de lo mismo.
- - Así, reinventamos las redes sociales y nos creamos un metaverso que a los más viejos del lugar nos arroja un tufillo a lo _Second Life_ (Diego Cenzano escribe sobre ello).
- - Nos aceleramos y dejamos de imaginar el futuro que queríamos construir cuando comenzamos en esto (Karlos g. Liberal y Ujué Agudo hablan de ello)
- - Empezamos a creer que tiempos pasados fueron mejores y eso nos lleva a ilusionarnos con el presente a través de nuestro gusto por el ayer y nuestra tendencia retromaniaca (Carlos Jiménez lo cuenta).
- - Quizás no nos damos cuenta de que el internet ya no es ese espacio de oportunidad para pioneros, sino algo tan complejo que resulta frustrante hincarle el diente (Aritz Suescun lo explica);
- - O perdemos esa perspectiva que nos impulsó a apostar por un futuro cada vez más tecnológico (Ujué Agudo y Karlos g. Liberal).
Sin embargo, nos negamos a tirar la toalla. Queremos seguir disfrutando de los nuevos avances tecnológicos, contribuir a la visión que nos introdujo en este mundillo e ilusionarnos de nuevo. Por ello, es hora de darle la vuelta al aburrimiento en Internet.